CURITIBA(visión fugaz de una ciudad cuidada)

martes, 1 de marzo de 2011

 

    Al acercarnos a Curitiba en auto, uno se desencanta un poco por no encontrar, en primera instancia, la ciudad moderna y ecológica que tanta difusión ha tenido. Vemos tránsito complicado, chicos pidiendo, unos muchachos tomando cerveza cruzan la calle, un patrullero se detiene y los pone contra la pared… Este desencanto da paso a una primera reflexión: esta ciudad sigue siendo, primordialmente, América Latina, y como tal no escapa (sobre todo en sus barrios más alejados del centro) a rasgos que conocemos bien: cierto desorden, cierta inseguridad, cierta pobreza. Una vez en la zona céntrica, estos rasgos se van diluyendo (o los vamos asimilando) y rápidamente nos aclimatamos; estamos en una importante metrópoli latinoamericana, y sabemos lo que ello implica. Enseguida empezamos a notar las diferencias que la planificación, la coherencia y, por supuesto, la continua y acertada inversión han logrado imprimir en Curitiba, haciendo de ella un ejemplo en varios aspectos.


    Lo primero que notamos es que la ciudad está limpia y “adornada”. Tanto el espacio público como los edificios están bien mantenidos. Hay un gran cuidado de todo lo que es vegetación, arbolado y flores, acompañado de un correcto diseño del mobiliario urbano. Por todos lados encontramos murales de motivos diversos, fuentes, aparatos para hacer ejercicio. La calidad del equipamiento urbano en calles y parques hacer recordar a algunas ciudades europeas. Reflexión: La importancia de que una ciudad invierta en equipamiento urbano está en la calidad que le brinda a sus usuarios; no soluciona problemas estructurales pero predispone al bienestar y a la superación, porque lo público es ejemplo para lo privado. Rápidamente distinguimos tres modalidades de ómnibus, identificados por colores según sean de corta, mediana o larga distancia, y las características paradas de bus que aportan modernidad, accesibilidad y una identidad de diseño que recorre toda la ciudad. Aún así, no logramos comprender del todo la funcionalidad del sistema de transporte público, los mapas que se ven marcando los recorridos no son lo suficientemente claros y esquemáticos para su comprensión por parte del turista. He ahí un mensaje: la funcionalidad del transporte público es para el usuario interno; el turista que se tome el bus turístico… No me parece mal, la ciudad es para el que la habita todos los días, pero siempre pensé que debe poder mostrarse al que llega a visitarla de la misma manera.

    En cuanto al planeamiento urbano, se nota una ciudad que ha crecido conforme a distintos planes, pero sin nuevas normas que transgredan a las anteriores. Esto se puede ver al subir a la torre de comunicaciones, desde donde se advierten claramente distritos de mayor altura, parques públicos y zonas residenciales de baja o mediana altura, todas claramente diferenciadas. Y en cada zona aparecen sitios jerarquizados, “monumentos”… y en todas partes, algo que volvería loco a cualquier minimalista: el “ornamento”; no sólo como decoración sino en forma de murales, de todos los estilos y en todos lados. Pero atención: esta forma de ornamento va siempre ligada al relato de la construcción de un país, de una cultura. La ciudad de esta forma se cuenta a sí misma y es a la vez contenedora y difusora de la historia de Brasil.

murales


    Edificios – emblema se encuentran siempre en ubicaciones preponderantes y con el suficiente aire alrededor para ser apreciados. La geografía quebrada de Curitiba está bien aprovechada para jerarquizar zonas y generar “abras” urbanos desde donde apreciar lo construido. Y todo esto amenizado con parques públicos de grandes dimensiones, bien mantenidos y criteriosamente equipados. Es aquí tal vez el mejor punto de unión entre la ciudad para sus habitantes y la ciudad para los visitantes. Unos y otros disfrutan de sus espacios y de sus visuales, y entienden a la ciudad a través de sus hitos y de sus corredores urbanos y espacios verdes. Y en ese “ir descubriendo” la ciudad, aparecen acertadamente espacios de cultura como la Ópera de Aramé, toda de vidrio y sobre el agua, un “bondinho”-biblioteca pública en la peatonal, el Palacio de la Libertad (un centro cultural genial con diseño Art Nuveau), o el Teatro Guaira, del arquitecto Rubens Meister, un muy buen ejemplo de arquitectura moderna de los años 40 “a la brasilera”.

teatro
   

    Un párrafo aparte para el Museo Oscar Niemeyer.

    Este se compone de un edificio – barra diseñado por el mismo arquitecto en los años sesenta (que sorprende por su síntesis, grandes luces, manejo del espacio y de la luz natural) y un edificio – monumento – objeto, denominado “olho” (ojo), que sorprende porque… sorprende. olho20

    El primero es un ejemplo sutil de lo que la arquitectura moderna puede entregarnos, y el segundo es una exclamación de lo que el posmodernismo va a dejarnos… una arquitectura del objeto, sin espacialidad y sin sentido real: el ojo mira para cualquier lado (ni al centro cívico ni a la ciudad antigua ni…), y cuando el recorrido por el museo nos lleva a su interior descubrimos tristemente que al ojo le pusieron un parche oscuro, porque aparentemente la luz del sol estropeaba los cuadros, con lo cual nos encontramos en el interior de un  “ojo ciego”. Ya hecha la crítica, he de mirar lo elogiable: como escultura está muy bien, sorprende, y una vez hecho, plasmado… parece una pieza que no se puede quitar, en este sentido: me parece una actitud ejemplar la que tienen los brasileros de hacer uso de la forma con total libertad y desinhibición; puede ser criticado por sus falencias varias, pero ahí está, construido, y congrega a la ciudad a través de sí mismo; extraño a todo lo demás, se convierte en referencia, hito, originalidad. Y es que la arquitectura (y la escultura) no puede ser vista con la lupa de un solo paradigma, y menos cuando encierra en sí misma una cantidad de complejidades formales, políticas, sociales y temporales que merecerían un análisis más pormenorizado.

olho30
  

     Ya pasando de esta “estrellita” una verdadera mención de honor para la Universidad Livre do Medio Ambiente, un sorprendente edificio ecológico al cual se accede desde un barrio bajo residencial, atravesando una pequeña “selva”, para llegar a una laguna encajonada por paredes de roca natural, con un edificio perfectamente integrado al entorno, todo realizado con rollizos de madera, y en forma de espiral ascendente, con sus aulas “flotando” entre el centro y la periferia. Todo el edificio es al mismo tiempo uso y recorrido, aula y mirador, vernáculo e innovador. Parece surgir de la naturaleza, a la que rinde culto desde adentro. Lo elijo como ejemplo de coherencia de principios, proyectos y aspiraciones. Arquitectura sensible con el entorno, sustentable y al mismo tiempo expresiva. Una buena síntesis de lo que  me impresionó Curitiba.

Arq. Nicolás Arrúe