Recientemente terminada, esta casa es la parte 2 de una historia que comenzó en Parque Leloir, en el año 2000. Allí proyectamos una gran ampliación de una casa quinta, manteniendo solamente los muros portantes y el techo, pero refuncionalizando toda la casa y ampliándola. En esa oportunidad, los dueños sugirieron una propuesta tipo “casa de campo” clásica, pero con el correr de las reuniones de anteproyecto y de la obra misma, se fueron entusiasmando cada vez más con un concepto contemporáneo de la arquitectura. Tanto es así que cuando en 2009 nos encargaron hacer una nueva casa sobre un lote vacío en el barrio Pingüinos, pidieron una casa “moderna, con mucha transparencia, y la misma interconexión espacial que tenía la anterior”.
De este modo se gestó un proyecto muy “en equipo” entre los propietarios y nosotros, y este trabajo en conjunto resultó fácil, porque ya todos estábamos hablando el mismo idioma, cosa que no siempre se da en la relación con los comitentes de un proyecto, pero que cuando ocurre es muy gratificante para unos y otros.
Obviamente, la casa es muy distinta de la que habíamos hecho en Parque Leloir, pero comparte ciertas concepciones en cuanto a la forma de habitar, evolucionada de acuerdo a el crecimiento de la familia. Básicamente se estructura a partir de una losa alta plegada que es techo del living y pared lateral, por debajo de la cual cruzan por un lado otra losa plegada que alberga funciones de servicio, cocina y quincho, y unas cajas más cerradas, de piedra, que son los dormitorios (tres para los dueños de casa, y un pequeños departamento para huéspedes).
Todos estos cruces, que nacieron durante el proyecto para abrazar dos grandes robles existentes y abrir vistas hacia otros árboles que había en el terreno, conforman una planta en hache, que define por su forma un jardín de frente (el que tiene los dos robles), y un jardín de fondo con la pileta de natación.
El espacio central del living, de mayor altura que el resto de la casa, parece poder crecer indefinidamente en tres direcciones: hacia el jardín de frente, la galería con la pileta, y el costado arbolado; pero también se sigue expandiendo en su comunicación con la cocina, y a través de ella (y también visualmente), crece con el quincho que, adosado a la casa y con la cocina como pivot, es a la vez un salón familiar que puede funcionar separado o unido, abierto o cerrado. El mismo espacio central, sirve para unir (y separar) las habitaciones de la familia y la de huéspedes, armando en este extremo un espacio diferenciado del resto del living, con espacio para la televisión, computadora y mesa de juegos.
Elegimos materiales nobles para la casa, el hormigón visto, la piedra, el vidrio y la madera, para lograr una arquitectura despojada, con buen envejecimiento y de bajo mantenimiento. Formalmente, el uso de “placas” y “cajas” que se intersectan dejando vacíos entre medio genera interminables perspectivas desde el interior, el exterior, y a través, haciendo del hermoso entorno una parte indisoluble de la casa.
Las intersecciones, los vacíos, y las líneas pasantes de la casa se acentúan con los reflejos que aporta el vidrio, generando siempre una doble fuga: la real de las piezas que se cruzan y pasan de largo, y la generada por los reflejos en los grandes paños vidriados.
La realización de esta casa fue una experiencia que dio lugar a la experimentación, la profundización de conceptos proyectuales que ya veníamos trabajando, pero sobre todo una oportunidad de ayudar a una familia a dar forma a su hogar, teniendo siempre lugar para la proposición y la discusión de ideas, y entendiendo a la casa como una creación conjunta de los arquitectos y los propietarios.
Nicolás Arrúe – Enrico Santilli , arquitectos.
